Dentro del Antiguo Testamento, hay 17 libros que se clasifican como libros proféticos. Estos libros incluyen los escritos de hombres como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías. Aunque todos estos libros contienen profecías, se dividen en dos grupos: los profetas mayores y los profetas menores.

Los profetas mayores incluyen a los profetas Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel. Se les llama “mayores” porque sus libros son más largos y, en algunos casos, abordan temas más amplios. Además, estos profetas también tuvieron un papel más destacado en la historia de Israel, y sus escritos se consideran de mayor importancia.

Por otro lado, los profetas menores incluyen a los profetas Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías. Se les llama “menores” no porque sus profecías sean menos importantes, sino porque sus libros son más cortos y, en algunos casos, tratan temas más específicos. Además, algunos de estos profetas no están tan presentes en la historia de Israel, y sus escritos no se consideran tan relevantes como los de los profetas mayores.

La distinción entre profetas mayores y menores no significa que los profetas menores sean menos importantes o que sus profecías sean menos valiosas. De hecho, muchos de los temas que abordan los profetas menores son muy relevantes para los creyentes hoy en día. Por ejemplo, Malaquías habla de la importancia de honrar a Dios en nuestras ofrendas y sacrificios, mientras que Joel profetiza la venida del Espíritu Santo y cómo esto afectará a los creyentes.

En resumen, la distinción entre profetas mayores y menores se basa en la longitud y el alcance de sus libros, así como en su papel en la historia de Israel. Sin embargo, ambas categorías son importantes y contienen valiosas profecías que pueden ser aplicadas en la vida de los creyentes hoy en día.